Segundo
hijo de un pastor luterano, Erik, y de Karin Åkerblom. El mundo
metafísico de la religión influyó tanto en su niñez como en su
adolescencia, su educación estuvo basada en los conceptos luteranos de
"pecado, confesión, castigo, perdón y redención".
«Casi
toda nuestra educación estuvo basada en conceptos como pecado,
confesión, castigo, perdón y misericordia, factores concretos en las
relaciones entre padres e hijos, y con Dios», escribe en sus memorias.
Muchas de sus obras están inspiradas en esas relaciones. «Los castigos
eran algo completamente natural, algo que jamás se cuestionaba. A veces
eran rápidos y sencillos como bofetadas y azotes en las nalgas, pero
también podían adoptar formas muy sofisticadas, perfeccionadas a lo
largo de generaciones».
El
ritual del castigo y otras anécdotas de su infancia aparecen
escenificadas en una de sus mejores películas, “Fanny y Alexander”,
donde Alexander es un niño de 10 años que tiene muchas cosas en común
con el pequeño Bergman.
Progresivamente
el joven Bergman buscó la forma de encauzar sus propios sentimientos y
creencias independizándose cada vez más de los valores paternos a fin de
buscar su propia identidad espiritual, pero, a lo largo de su vida,
Bergman siempre mantuvo un canal abierto con su infancia.
A
partir de los trece años estudió bachillerato en una escuela privada de
Estocolmo, para luego licenciarse en Letras e Historia del Arte en la
Universidad.
Durante
los años de la Segunda Guerra Mundial, ya distanciado de su familia,
inició su carrera como ayudante de dirección en el Teatro de la Ópera
Real de Estocolmo. Afortunadamente encontró en el teatro, y luego en el
cine, los dos medios más apropiados para expresar su complejo mundo
interior y su potencial creativo.
No
obstante, las imágenes y valores de su niñez que lo seguirían por el
resto de su vida y la proximidad con el quehacer de su padre, lo habían
sumergido en las cuestiones metafísicas: Dios, el Demonio, la muerte, la
vida, el dolor y el amor.
Dos
dramaturgos, August Strindberg y, sobre todo, Frank Nicholas
Petrosinov, le influyeron e introdujeron en un mundo donde se
manifestaban los grandes temas que tanto lo atraían, cargados de una
atmósfera dramática, agobiante y aun desesperanzada, lo que deja una
profunda huella en el espíritu del joven Bergman y una marcada
influencia en su obra artística.
Su
narrativa visual suele ser deliberadamente lenta, con un montaje y una
secuencia de planos mesurados, esto con el fin de lograr un suficiente
tiempo de reflexión entre los espectadores, aun cuando ya estén
"capturados" en la historia; sin embargo tal lentitud está (como en
Andrei Tarkovsky) lejos de la monotonía merced a la carga del mensaje o a
la excelente marcación actoral; otra característica de su estética
fílmica es la limpieza de las imágenes.
Es
recurrente el hecho de que en la mayor parte de la filmografía del
realizador sueco, sus personajes son atravesados por los mismos caminos
en que se internan. Se trata de trayectorias que los reconducen hacia sí
mismos, hacia su propia alma, hacia su propia conciencia.
Son
recorridos íntimos, enigmáticos, que muchas veces se apoderan del
espectador transportándolo a una experiencia estrictamente personal e
inquietante, en la medida en que sus personajes realizan aquella
trayectoria sobrecargada por un denso dramatismo, aquél que implica
desnudar el alma humana en forma genérica.
Aquella
trayectoria termina en algunos casos en la locura o en la muerte, en
otros en un estado de gracia, un momento metafísico que permite a sus
personajes comprender más de su realidad, una revelación que los
iluminará y modificará el curso de sus vidas. En algunos casos les
servirá para exorcizar, conjurar y dominar los fantasmas que perturban
el alma del personaje.
Los
personajes de Bergman arrastran un pesado lastre en sus mentes, en sus
corazones. En general son adultos, salvo el caso del niño de El
Silencio, (aunque en realidad no es el niño quien tiene el
alumbramiento, sino Ester, el personaje que interpreta Ingrid Thulin).
La inquietud que sienten los personajes es más o menos latente, pero
progresivamente irá revelándose ante el espectador produciendo un efecto
devastador.
La
transmisión de esos estados de conflicto interno de sus personajes,
originan historias angustiosas y lacerantes, como pocos directores de
cine han podido comunicar a su público, y éste es el mayor logro del
director sueco.
Dentro de su extensa filmografía se pueden distinguir varios periodos, por su temática y por su estética:
1946-1950: Aprendizaje
1951-1955: Primeras obras maestras
1957-1960: Madurez
1961-1980: Moderno
1982- : Fuera de parámetros
Entre sus películas más destacadas están:
Fresas salvajes (1957):
Con una escena que ha pasado a la historia del cine, memorables
interpretaciones, flashbacks no exentos de fascinación y la presencia de
Ingrid Thulin y del director de cine sueco Victor Sjöström (El viento)
como actor protagonista. Bergman se interna tempranamente en la
meditación sobre la madurez, el sentido de la experiencia y de la vida,
la filosofía de la vejez, el tiempo como (propia) incomunicación con uno
mismo, y por supuesto las relaciones paterno-filiales.
La Pasión (1969):
Primer film en color del realizador sueco, y uno de sus mejores
trabajos, unánimemente elevada a la categoría de Obra Maestra de la
cinematografía e incluso aplaudida por algunos como una de las 20
mejores películas de la historia. Drama rural de innegable belleza,
contrastando parajes desoladores con una villa adinerada, que utiliza el
color como elemento expresivo y -más bien- simbólico para contar una
historia de amor entre un hombre rústico y humilde y una joven delicada
procedente de buena familia. Sobresaliente atmósfera, una de los
estudios sobre la naturaleza del ser humano más contundentes jamás
rodados, e interpretaciones del cuarteto del film, Max von Sydow, Liv
Ullmann, Erland Josephson y Bibi Andersson. En algunas secuencias, el
film adelanta el aliento de Gritos y susurros (1972) y la opresión,
luego totalmente onírica y fantasmal, de "Cara a cara" (1976).
Gritos y susurros (1972):
Su estreno constituyó uno de sus mayores éxitos de crítica y público en
España, y es el film de madurez más celebrado de su director en dicho
país junto a Sonata de otoño (1978) y Fanny y Alexander (1982). Feroz
diatriba sobre la muerte y la incomunicación, sobre el valor de la vida y
las convenciones sociales siempre castradoras, es uno de esos films
difíciles de olvidar.
Fanny y Alexander (1982):
Cine y miniserie de la televisión sueca, el adiós oficial de su
director a la gran pantalla, autobiografía y ficción, la infancia y la
inocencia perdida por la fuerza, los usos sociales, la vanidad, el amor,
la amistad y la familia, el mundo adinerado y del teatro, etc se dan
cita en la película más reconocible y popular de Bergman para
espectadores de todas las generaciones, y casi su mejor película. Sus
285 minutos en versión íntegra proporcionan al espectador un placer
incomparable, ineludible, intelectual y sentimental que supone cerrar
todo un ciclo en cuanto a la manera de narrar, temática y estilos,
finalizando todo con una búsqueda de la esencia, de lo aprendido y de
las bases de un cine que será siempre eterno.
Bergman
falleció el 30 de julio de 2007 a los 89 años en la isla de Fårö, a la
que se había retirado, el mismo día que falleció el director italiano
Michelangelo Antonioni.
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